ANCLA
He aprendido por medio del dolor
Publicado el 23/Jul/2019
Por: Shary Esquivel.
Hoy he decidido escribir; para quienes me conocen más a fondo, saben que es una de las cosas que más trabajo me cuesta; sin embargo, quiero hacerlo porque quizá tú estés pasando por esto o pasarás por esto en algún momento.
Quiero contarte más allá de cualquier título o cargo, lo que hay en mi corazón.
Hace unos meses, perdí a la persona más importante en mi vida: Mi abuelo, él era el ser humano más increíble del mundo, era el tipo de persona que sabías que te amaba incondicionalmente y que aunque metieras la pata hasta el fondo él seguiría ahí para amarte; no puedo explicar muy bien en palabras lo que sentí al perderlo, pero estaba en esos momentos de la vida en los cuales la comida no tiene sabor, la música no tiene ritmo, la vida pasa sin rumbo ni sentido, el sol no calienta, la luz no alumbra, el frío no quema; era ese momento en el que simplemente crees que Dios escondió su rostro. Era ese momento en que el pecho dolía como una puñetazo seguido y constante, ese que penetra hasta el lugar más recóndito, las dudas te invaden, el coraje te alcanza, las preguntas y respuestas te sobre cargan, los recuerdos te cubren, la tristeza se convierte en tu mejor aliada…
¡Sí, te entiendo! Me encantaría decirte que tengo la poción mágica para ya no sentirlo más, pero no, no la tengo… tampoco tengo los 5 paso para salir de esto. ¡Ya sé! Suena desesperanzador, pero no es mi objetivo, quiero contarte lo que he aprendido en este tiempo, espero que lo puedas leer en estas líneas y que te motiven a dar esa milla más.
En este tiempo he aprendido, que por mucho que vueles lejos de las personas que amas, siempre estarán junto a ti; que sus enseñanzas sin darte cuenta están arraigadas a ti. He aprendido que la tristeza no es tan mala, te permite recordar que la vida es un valle, donde hay momentos altos y momentos bajos, pero es lo que le da forma al paisaje. He aprendido que aunque sientas que Dios simplemente apartó su mano de ti no significa que así sea, en ocasiones obra en silencio… pero no quiere decir que no esté haciendo nada. He aprendido que no soy diosa y que por lo tanto no tengo el control de las cosas y que entre más te afanes más pierdes los pequeños detalles. He aprendido lo suave y reconfortante que puede ser un abrazo; que el amor no solo son palabras sino que se demuestra en acciones. He aprendido que se vale sentirse mal porque es lo que te recuerda que eres humano y necesitas de los demás, he aprendido a enojarme con quien me tengo que enojar, pero también he aprendido lo maravilloso que es el perdón y la libertad que éste trae. He aprendido a disfrutar las cosas simples: como un baño o la sonrisa de un niño. He aprendido que los amigos están aunque muchas veces no existan palabras adecuadas para reconfortar, pero que el hecho que estén hace que todo sea diferente. He vivido y comprendido la gracia de Dios, esa que te abraza sin merecerlo pero que destruye toda muralla de dolor; he experimentado la misericordia porque hay momentos en los cuales simplemente me dan ganas de matar a todos, pero extienden su mano para decirte: ¡No estás sola!.
Sí, quizá ha sido el momento más difícil que hasta ahora he enfrentado pero tan bien ha sido el momento de mayor aprendizaje, el momento donde más amor he tenido, el momento donde he podido palpar a Dios. He decidido creer en Dios cuando las circunstancias de la vida simplemente no cooperan. He aprendido a quedarme quieta y reconocer que Dios es Soberano; he aprendido que cuando pasamos por temporadas difíciles, tenemos la oportunidad de evaluar nuestras prioridades. He aprendido que la mejor forma de olvidar mi dolor es ayudando a los demás, pero también a enfrentar mis propias heridas y gigantes. He aprendido a escuchar el dolor y la necesidad, no solo a oír la demanda. He aprendido que las dudas son esenciales pero la necesidad de enfrentarlas me fortalece y me hace fiel. He aprendido que siendo valiente, fuerte, responsable y constante hace que las cosas comiencen a salir bien.
Quizás hoy estés pasando por algo así; quizá no fue una muerte pero si una perdida: un trabajo, un matrimonio, un sueño…
Pero déjame decirte algo: ¡NO DESISTAS, NO TE RINDAS! aún hay hierro en tu alma y fuego en tu corazón, que estoy segura te permitirá forjar la espada para pelear las batallas que aún vienen, solo no desesperes, sé paciente y no dejes de creer, porque aún hay esperanza en medio del dolor.